domingo, 30 de agosto de 2009

ESCUPIR

Cuando empecé a volverme un tipo más o menos integro vivía con mi esposa, iba al supermercado. Cenaba a las nueve en punto de la noche, levantaba la mesa, lavaba los platos, cambiaba los cueritos de las canillas, tenia banda ancha, aceptaba los domingos en casa de mis suegros, llevaba cuatro años de matrimonio con Paula y Paula había pasado del amor a un estado permanente de cariñoso desgano……….
Extraído del libro “escupir, autor: Hernán Firpo, editorial: mondadori”

Después de terminar de leer este libro tuve una charla con un amigo que me conto lo siguiente: No vas a creer lo que te voy a contar, en realidad no escapa a la realidad sino todo lo contrario, refleja una realidad, mientras discutía con ella por una mala reacción (mal humor cara de culo histeria, etc.) lo de siempre mi carácter, en el fragor de la discusión cuando esta se torna insostenible, las discusiones de pareja son como las discusiones sobre política, religión o futbol te quedas sin recursos y sale lo peor de las personas en tales ocasiones abandonamos toda educación rompemos la barrera de la represión y todo se torna insostenible a la mierda con todo, los modales las buenas costumbres no queda nada dentro del limbo inconsciente: “ella le dijo si la verdad que me importa todo un carajo soy superficial, me gusta todo lo banal, salir de compras gastarme todo no ahorrar nada, para que mierda si nos morimos y ya” mi amigo me contaba que en ese momento pensaba que genial lo que está diciendo esta mina dentro de su honestidad brutal dijo una gran máxima existencial hizo filosofía desde la más extrema banalidad, filosofía digna de una Mac-café en un shopping, simplemente genial, mientras lo cuenta veo como mira un punto fijo como recordando toda la escena, lo disfruta se regodea a pesar de que se comió una reverenda puteada culpa del carácter de mierda del cual es propietario, en fin todo quedo en la nada que no es poco es bastante a pesar de ser nada.

domingo, 23 de agosto de 2009

MACDONALD’S


Por Manuel Vilas

Estoy en el MacDonald’s de la Plaza de España de Zaragoza,
haciendo la cola gigantesca,
con los ojos clavados en los carteles de los precios,
el dinero justo en la mano derecha,
billetes arrugados.

Estoy ahora en el piso subterráneo, arriba fue imposible.
Estoy sentado al lado de un niño negro que tiene en su mano
una patata amarilla untada de ketchup muy rojo:
Santísima bandera del otro mundo, el niño negro que resplandece,
mi hermano ciego.
El niño está solo, no bebe,
no le llega para la Cocacola, sólo patatas.
Sólo patatas, sólo patatas, esa desgracia,
esa soledad idéntica a la mía,
¿no lo entiendes?, sólo le llega para las patatas,
y está sentado, quieto,
en su trono, la negritud y el niño,
en el trono, allá, allá, en ese trono radiante.

MacDonald’s siempre está lleno.
Es el mejor restaurante de Zaragoza,
una alegría despedazada nos despedaza el corazón:
por tres euros te llenan de cajas, de vasos de plástico, de bolsas,
de pajitas, de bandejas.
Es el mejor restaurante del mundo. Es un restaurante comunista.
Rumanos, negros, chilenos, polacos, cubanos, yo mismo,
aquí estamos, abajo, al lado de un muñeco,
al lado de un cartel que dice “I’m lovin’ it”. Tengo una bota encima de un charco
de un helado de nata deshecho. Miro la nata comerse el tacón de mi bota.
Una nata blanca, despedazada.
Arde el sol sin tiempo, bulle la mano sucia.

A mi lado, una niña de veinte años le dice a un tío de diecisiete
que no le importaría hacérselo con él. Con él, con él, un eco negro.
Y ríen y tragan patatas fritas.
Y yo trago patatas fritas.
Y dos maricas enfrente comiéndose la misma hamburguesa goteante,
cada boca en un extremo, y se manchan y se muerden.
Y tragan patatas fritas. Y se besan. Y se tocan. Y se despedazan.

En Londres, en París, en Buenos Aires,
en Moscú, en Tokio,
en Ciudad del Cabo, en Tucson, en Praga,
en Pekín, en Gijón,
somos millones, la tarde harapienta,
el dolor en el cerebro, la comida,
millones en miles de subterráneos esparcidos
por la gran tierra de los hombres.

Estoy en paz aquí con todo: barata la carne, barata la vida, baratas las patatas.
Me siento Lenin. Soy Lenin, el marica inusitado,
el gran hereje, el loco supremo,
el hijo de la última mano miserable que tocó
el monstruoso corazón del cielo.
Si Lenin volviera, MacDonald’s sería el sitio,
el palacio sin luna,
el gueto de las reuniones clandestinas.

Algo importante está sucediendo
en este subterráneo del MacDonald’s
de la Plaza de España de Zaragoza, pero no sé qué es. No lo sé.
De un momento a otro, vamos a arañar la felicidad:
el niño negro, los novios, el muñeco, la nata del suelo, mis botas.
Botas nuevas, de piel brillante, con la punta afilada en señal de muerte.
En MacDonald’s, allí, allí estamos.
Carne abundante por tres euros.

Exstraidon del libro Resurrección de VILAS MANUEL

La mañana son tediosas llenas de pensamientos idiotas, como una mala película de fin de semana esas que intentan decir mas de lo que dicen su simbolismo exagerado mucha metáfora al pedo, bueno así son mis pensamientos matutinos la verdad me cagan la mañana y es por eso que la opción es un buen libro. Hace una semana que las mañanas empiezan a las siete y no a las cuatro como deberían y la causa son los puntos que me hicieron en la muñeca derecha, gracias a un mal uso de las herramientas de trabajo. El accidente fue el fin de semana anterior a este, mientras escuchaba Pink Floyd el disco pulse me encontraba solo en el galpón concentrado mientras trabajaba pero no en lo que hacia sino en lo que escuchaba, música hipnótica, alucinada. En una mala maniobra se escapo de mis manos la moladora una pequeña pero no menos hija de puta que cualquier otra y como una escena de The Wall, la sangre comenzó a salpicar por todos lados el piso se lleno de gotitas rojas como un Hansel y Gretel un poco mas desquiciado fui dejando un camino de gotas rojas, en fin después lo de siempre aguja hilo y ya esta una nueva cicatriz. Por unos días más seguiré quemándome la cabeza con algún librito de esos que no muchos les gustan leer, pero que por suerte todavía se pueden encontrar en alguna librería. Hace poco leí algo que dijo CESAR AIRA cuando se acerco un lector y lo saludo diciéndole “perdone AIRA yo soy un humilde lector suyo” a lo que el escritor pensó y luego lo escribió ya que en el momento el solo contesto el saludo amablemente “si una persona dice ser un humilde lector Mio no es tan humilde ya que para llegar a mis libros y poder disfrutarlos y pensarlos tiene que haber transitado un camino de lecturas que lo alejan de lo que se considera un humilde lector” siempre es mejor dejar de ser un humilde lector y ser un gran lector, lo mas interesante de las “buenas lecturas” es en lo que te transforman como una metamorfosis kafkaiana, un día te despiertas y te transformaste en una cucaracha un bicho cascarudo, los libros son los malditos que te convierten en un ser alejado de la realidad mas próxima y te muestran otra realidad, oscura llena de negritud, sombras que enceguecen.