lunes, 27 de julio de 2009

Bañez y su cisura

Yo le doy importancia a esas cosas: las comas, los acentos o los puntos pueden hacer una gran diferencia. Las comillas también. En el cuaderno de notas repaso cada frase que escribo, luego corrijo. Prefiero el cuaderno al idioma de las señas. La mímica de los sordomudos me repugna. Hace años hice una lista de las cosas que me asqueaban, pero después me di cuenta de que lo que había hecho era una tabla de resentidos, con varias escalas según la falla, y la titule igual: “Tabla de Resentidos”. La anoto en presente porque creo que sigue teniendo importancia: el primer lugar es para los rengos, no hay nada más atravesado que un rengo. Son irrecuperables. Después están los petisos, que tapan el resentimiento con prepotencia y soberbia. Siguen los sordos, que tienen un resentimiento disimulado en el mal humor; a continuación vienen los sordomudos, un poco menos infames porque el resentimiento lo disimulan entre varios. Si uno les presta atención va a notar que los sordomudos casi siempre andan en grupo por eso parecen mas llevaderos. Pero hay que desconfiarles: llevaderos en plural es palabra peligrosa. Los resentidos del quinto lugar son los paralíticos, que se hacen los amables pero son controladores y dominantes, de lo peor. Siguen los ciegos. Se manifiestan cálidos y babosos, pero siempre traicioneros. Un baboso que no ve es doblemente baboso. A los mancos de nacimiento nunca los anote porque es una variedad rara, pero yo conocí a uno con el brazo esmirriado y reseco que era puro rencor. Robertito se llamaba, aunque era el diminutivo se lo pusimos por temor. El miedo se vale de los diminutivos. Después vienen los tuertos, son más difíciles por que escasean. A los tuertos la maldad resentida se les ve en soberbia, nunca supe por que. La escala de resentidos funciona si no hay lastima. En los mudos solos me anote yo: rolando puse y nada mas. Algunos cuadernos son más importantes que otros.

Extraído del libro de Gabriel Bañez; la cisura de rolando

Muy pocas veces leo libros de escritores que acaban de morir o como en este caso suicidarse, la razón que esgrimo es que no me gusta subirme a la cresta de la ola o simplemente ser un esnob, pero en este caso hice una excepción ya que no fue culto de esnob sino que paso desapercibido, en fin el libro es simplemente genial, pero la pregunta que me queda es por que se mato este chabon y esto me trae a la memoria lo que suele decir un compañero de trabajo “para mi la vida solo debe llegar hasta los cincuenta años y después puff... un cuetazo en el coco y a la mierda” es gracioso la cara que me pone cuando le digo lo boludo que es ya que se esta acercando a la meta y la verdad que el cuetazo se lo tendría que haber pegado hace dos años el muy boludo, se separo diciendo que el matrimonio no era para el se metió con una pendeja y como digo el boludon la dejo preñada, no solo eso encima se fue a vivir con ella, al año ya se volvió a separar y ahora esta a la espera de que aparezca otra pendeja con la que pueda reafirmar su virilidad de hombre mayor, un boludo de las que ya no vienen, volviendo a lo de Bañez, no leí mucho de el pero creo que no es el momento solo me quedo con esta novela después veo si arranco con otra mientras tanto me sigo preparando para, empezar a trabajar en la fabrica después de cuatro meses de no pisar por ahí, voy a tener que aguantar a un montón de forros que no los puedo ni ver, y no tanto por lo forro que son sino por pelotudos pero bueno no me queda, por ahora, otra alternativa.

domingo, 19 de julio de 2009

Sale el Espectro - Philip Roth

¿Qué me sorprendió más durante los primeros días, cuando paseaba por la ciudad? Lo más evidente: los teléfonos móviles. En mi montaña aun no teníamos cobertura, y en ahtena, donde si la hay, no solía ver a nadie que caminara por la calle hablando por teléfono desinhibidamente. Recordaba una Nueva York donde las únicas personas que iban por Broadway hablando al parecer consigo mismas estaban locas.

¿Qué había sucedido en aquellos diez años para que de repente hubiera tanto que decir, hubiera tanto tan apremiante que no pudiera esperar para ser dicho? Por dondequiera que anduviese, alguien se me acercaba hablando por teléfono y alguien hablaba detrás de mí por teléfono. Dentro de los coches, los conductores hablaban por teléfono. Cuando tomaba un taxi, el chofer hablaba por teléfono. Un hombre como yo, que con frecuencia se pasaba varios días sin hablar con nadie, tenia que preguntarse que era lo que antes había retenido a la gente y que ya no existía, haciendo que la conversación incesante por teléfono fuese preferible a pasear sin ser controlado por nadie, momentáneamente solitario, asimilando las calles a trabes de tus sentidos animales y abandonándote a la miríada de pensamientos que inspiran las actividades de una ciudad.

Para mi aquello daba un aire cómico a la calle y ridículo a la gente. Y, sin embargo, también parecía una autentica tragedia. Erradicar la experiencia de la separación debe de tener inevitablemente un efecto dramático. ¿Cual será la consecuencia? Sabe que puedes ponerte en contacto con la otra persona en cualquier momento y, si no puedes, te impacientas, te impacientas y te enfadas como un entupido diosecillo. Yo comprendía que el silencio de fondo había sido abolido mucho tiempo atrás en restaurantes, ascensores y estadios de béisbol, pero que la inmensa soledad de los seres humanos produjera este anhelo sin límites de ser oído, y la consiguiente despreocupación de ser oído por personas ajenas…. Bueno, al haber vivido casi siempre en la era de la cabina telefónica, cuyas reacias puertas plegables podían cerrarse herméticamente, me impresionaba la singularidad de todo aquello, y empecé a pensar en un relato en el que Manhattan se ha convertido en una siniestra colectividad en al que todos espían a todos, cada uno es perseguido y controlado por la persona que esta al otro extremo de su línea telefónica, a pesar de que, llamándose sin cesar unos a otros desde donde quieren en el gran exterior, creen estar experimentando la máxima libertad. Sabia que el mero hecho de concebir semejante panorama me incluía en el grupo de los chiflados que, al comienzo de la industrialización, imaginaba que la maquina era la enemiga de la vida. Sin embargo, no podía evitarlo: no comprendía como nadie podía creer que seguía viviendo una existencia humana mientras iba por ahí hablando por teléfono durante la mitad de su vida consciente. No, aquello artilugios no prometían ser de gran ayuda para fomentar la reflexión entre el publico general………….

Extraído del libro Sale el Espectro - Philip Roth en cursiva

Esta sentado frente a la computadora transcribiendo un extracto del libro de PHILIP ROTH; SALE EL ESPECTRO. Tarda un rato en transcribir el pasaje que días atrás subrayo mientras leía, llamo su atención por lo que este decía tal vez coincidía con Roth o en todo caso con el personaje de Roth, Nathan Zuckerman, en el libro Nathan es un viejo de 71 años con un carácter, como se suele decir “carácter de mierda”, era esto lo que lo hacia tan atractivo a este antihéroe literario, es algo que le gusta mucho sigue tecleando mientras escucha de fondo Herbie Hancock - A Tribute To Miles (1994), el jazz es la música que prefiere escuchar a la hora de leer, escribir, transcribir o lo que este relacionado con la literatura. El piensa que la literatura se lee mejor cuando se escucha buena música, lo compara con la música en los viajes, le resultaría insoportable un viaje sin música y algo para leer.

Cuando lee las historias de Nathan piensa en el mismo a pesar de tener 34 años se siente mas cerca de Nathan que de alguien de su edad, con sus amigos prácticamente no tiene contacto no habla con ellos salvo cuando se los cruza por casualidad por el barrio, con el que mas comunicación tiene paradójicamente vive en Nueva York, constante mente le manda mail y de ves en cuando charlan por MSN no trabaja desde hace prácticamente tres meses, primero lo suspendieron supuestamente por la crisis y luego cuando se tubo que reintegrar al trabajo pidió una licencia de un mes mas, últimamente en su cabeza solo esta la imagen de la vuelta al trabajo, lo difícil que se le va a hacer reintegrarse a la rutina del trabajo en una fabrica tan grande, tantos compañeros, horarios tan estrictos y lo peor de todo la mirada atenta del jefe, de todas formas no esta tan deprimido con la idea de la vuelta desde que le dijeron que existía la posibilidad de seguir suspendido, sus pensamientos redundan en la suspensión hasta fin de año. No teme volver al trabajo por el trabajo en si sino por tener que estar con tanta gente, el contacto con la gente lo pone mal, el sabe que la fobia al resto de los seres humanos lo angustian, le falta el aire siente asfixia. No teme tener que trabajar si estuviera en un lugar aislado del resto. El sabe y lamenta tener que soportar la vida en la urbe toda esa gente que transita todos los días por la gran ciudad. Imagina su vida o el final de su vida alejado definitivamente de la ciudad, en la montaña solo sin nadie hasta el final de su vida.

viernes, 10 de julio de 2009

Elizabeth Costello


Y, sin embargo, aunque veo que la mejor forma de obtener la aceptación de esa congregación de gente culta seria unirme yo también al gran discurso occidental del hombre contra la bestia, de la razón contra la sinrazón, igual que un afluente se une a un gran río, algo en mi se resiste e intuye que en ese paso esta la concesión de la batalla entera.

Porque, vista desde fuera, desde un ser que es ajeno a ella, la razón no es más que una enorme tautológica. Por supuesto, la razón validara a la razón como principio rector del universo. ¿Qué otra cosa iba a hacer? ¿Destronarse a si misma?

J.M. Coetzee


El aburrimiento me invade, ayer me propuse mirar televisión pero la verdad no encontré nada que me interese, por suerte se corto la luz y no me quedo otra alternativa que prender una vela, ir a mi biblioteca agarrar un libro y dedicarle un buen rato dirá casi una vela, como dije antes la suerte estaba de mi lado ya que cuando la luz volvió, el sueño me invadió no me quedo otra que dormí……………

martes, 7 de julio de 2009

La idea era terminar de leer esa novela de más de mil páginas que se había llevado de viaje, a pesar de que recién iba por la mitad. Pero por lo que había visto, no había mucho que hacer en un lugar como ese, y más con semejante frío y sin poder fumar. Además, si le preguntaran, seguro diría que era la mejor forma de leer esta clase de libros inmensos, haciendo que las palabras leídas se vuelvan, literalmente, la realidad exterior, como drogas duras para una evasión total. Y ni hablar de pensar en el escritor enfrascado en semejante empresa, sobre todo el de ese libro, que a medida que veía que la muerte se acercaba no podía parar de escribir, como si la noción del tiempo para un enfermo fuera como un tesoro sepultado en una cueva en el desierto, o en un salar….

Al menos se consolaba pensando que tanto el que escribe esa clase de libros como el que decide aislarse del mundo por una semana para leerlos, no sabia bien por que, pero estaba seguro de que tenia algún parecido, compartían una intimidad.

Matías Capelli: FRIO EN ALASKA editorial eterna cadencia

Pensaba que es mucho mas difícil hacer una torta que encontrarle el sentido a la vida, esto lo pensaba mientras me bañaba y escuchaba a ella putear por lo difícil que resulta hacer una torta tal cual lo explican las recetas de la revista que viene con las Essen esas ollas que necesitan de reuniones con demostración para poder encontrar dueña, me resulta gracioso ya que pienso en la propaganda de comida para perro que anima a los potenciales clientes (chicos mal criados que necesitan malcriar perros) que quieran un lindo perrito tal cual la televisión, pero la diferencia de un perro y una Essen es el precio. Por cierto esas ollas por lo que valen tendrían que venir no con un libro de recetas sino con una cocinera.

Al final la torta salio rica y el sentido de la vida lo encontré de la mano de la torta con crema de leche y me di cuenta que como la torta el secreto esta en la crema de l……….

lunes, 6 de julio de 2009

he Hang of It
J. D. Salinger
ESTE país perdió a uno de sus más prometedores jóvenes –uno que nunca se atrevería a jugar pinball- cuando mi hijo, Harry, fue reclutado en la Armada. Como su padre, me doy cuenta de que Harry no nació ayer, pero cada vez que lo miro, juro que todo pasó en alguna fecha temprana del año pasado. Por eso me gusta decir que la Armada estaba recibiendo otro Bobby Pettit.

En 1917 Bobby Pettit vistió el mismo traje que a Harry le queda tan bien. Pettit era un flacuchento chico de Crosby, Vermont, pueblo que queda en los Estados Unidos también. Algunos de los chicos de la compañía decían que Pettit había pasado sus años de infancia dejando que el jarabe de Arce de Vermont llenara lentamente su cabeza.

Además en ésa compañía, allá por 1917, estaba el Sargento Grogan. Los chicos tenían todo tipo de ideas acerca del origen del Sargento: buena persona, digno de confianza, incalificable. Todas ideas que no merecen ser repetidas.

Bueno, en el primer día de Pettit en las barracas, el Sargento enseñó la instrucción al pelotón sobre el manual de armas. Pettit tenía una ingeniosa y original manera de sostener su rifle. Cuando el Sargento gritó “¡Armas al hombro derecho!” Bobby Pettit cambió a su hombro izquierdo. Cuando el Sargento solicitó “¡Porten armas!” Pettit cumplió con presentar su arma. Era una manera bastante segura de atraer la atención del Sargento, por lo que él se acercó a Pettit sonriendo.

“Bueno, chiquillo estúpido”, recibió el Sargento, “¿cuál es tu problema?”
Pettit rió. “De vez en cuando me confundo”, explicó fugazmente.
“¿Cómo te llamas?”, preguntó el Sargento.

“Bobby. Bobby Pettit.”
“Bueno, Bobby Pettit”, dijo el Sargento, “Te llamaré solamente Bobby. Siempre les digo a mis reclutas por su nombre. Y ellos me llaman mamá. Igual como si estuvieran en casa”.

“Oh”, dijo Pettit.
Luego el Sargento se dio unos pasos atrás. Todo alboroto tiene dos finales; uno iluminado y uno rodeado con dinamita.

“Escucha, Pettit”, vociferó el Sargento. “Esto no es para pasar al quinto grado. Estás en la Armada, chico estúpido. Se supone que sabes que no tienes dos hombros derechos y que portar armas no es lo mismo que presentar armas. ¿Cuál es tu problema? ¿Acaso no tienes cerebro?”
“Señor, juró que me acostumbré”, predicó Pettit.

AL día siguiente teníamos que practicar montando las tiendas de campañas y empacando provisiones en nuestras mochilas. Cuando el Inspector se acercó a ver, se dio cuenta que Pettit no se había molestado en martillar los ganchos de la tienda de campaña debajo de la superficie de la tierra. Observando el sutil defecto, el Sargento, con una vara en su mano, hizo colapsar enteramente las pequeñas lonas que formaban la campaña de Bobby Pettit.

“Pettit”, clamó el Sargento. “Tú eres… sin ninguna duda… el más imbécil… el más estúpido… el más torpe recluta que he visto. ¿Estás loco, Pettit? ¿Cuál es tu problema? ¿Acaso no tienes cerebro?

Pettit dijo, “Lograré acostumbrarme”.

Luego todos empacaron sus mochilas. Pettit empacó la suya como un veterano, justamente como uno de los Chicos de Azul. El Sargento se acercó para inspeccionar a los reclutas. Solía pasar por detrás de los traseros de ellos, y con una vara pequeña, golpeaba la espalda de la mochila de cada uno de sus “hijos”.

Se acercó a la mochila de Pettit. Me reservaré algunos detalles. Sólo diré que todo se desparramó excepto los últimos cinco segmentos de la columna vertebral de Pettit. Fue un sonido enfermante. El Sargento se acercó para enfrentar a Pettit, o lo que quedaba de él.

“Pettit. Conocí un montón de tipos estúpidos en mis tiempos”, dijo el Sargento. “Montones. Pero tú, Pettit, tú eres el maestro de tu propia clase. ¡Porque eres el más estúpido!”

Pettit se paró desequilibradamente.
“Señor, me acostumbraré”, dijo.

EL primer día de la práctica de tiro, seis hombres en posición de postramiento, dispararon al mismo tiempo a seis blancos. El Sargento pasó de un lado al otro, examinando las posiciones de fuego.

“Pettit. ¿Por cuál ojo estás mirando?”

“No sé”, dijo Pettit, “El izquierdo, supongo”

“¡Tienes que mirar a través del derecho!”, vociferó el Sargento. “Pettit, te estás llevando veinte años de mi vida. ¿Cuál es tu problema? ¿Acaso no tienes cerebro?”.

Eso fue poco. Cuando, después de que todos los hombres habían disparado, y los blancos se estaban enrollando, hubo una sorpresa para todos. Pettit le había disparado todos sus tiros al blanco del tipo que estaba a su derecha.
El Sargento casi tuvo un ataque al corazón. “Pettit”, dijo, “no tienes espacio en la Armada. Tienes seis pies. Tienes seis manos. ¡Pero todos sólo tienen dos!”

“Me acostumbraré”, dijo Pettit.

“No me digas eso de nuevo. O te mato. Te juro que te mato, Pettit. Porque te odio, Pettit. ¿Me oyes? ¡TE ODIO!”

“¿No bromea?”, dijo Pettit.

“Ninguna broma acá”, le dijo el Sargento.

“Señor, me acostumbraré”, dijo Pettit, “Verá. No bromeo. Me gusta la Armada. Algún día seré coronel o algo por el estilo. No bromeo”.

NATURALMENTE no le dije a nuestra esposa que nuestro hijo, Harry, me recuerda al Bob Pettit de 1917. Pero sin embargo, todavía él me lo trae a mente. De hecho, el chico está teniendo problemas con su Sargento en el Fuerte Iroquois. Parece, según mi esposa, que el Fuerte Iroquois posee uno de los más mandones, duros, y severos Sargentos del país. No hay necesidad, dice mi esposa, en ser duro con los chicos. No es que Harry se haya quejado. A él le gusta la Armada, pero le cuesta bastante satisfacer a ese terrible primer Sargento que le tocó. Sólo porque no ha logrado acostumbrarse.

Y el Coronel de su regimiento. Él no es ayuda para nada, siente mi esposa. Todo lo que hace es caminar alrededor y dárselas de importante. Un Coronel debería ayudar a los chicos, no como ese regañadientes Primer Sargento que no les saca provecho, sólo les destruye sus espíritus. Un Coronel, asegura mi esposa, debería hacer más que sólo caminar por los alrededores.

Bueno, hace unos cuantos sábados atrás los chicos del Fort Iroquois realizaron su primera parada militar. Mi esposa y yo estuvimos ahí en las primeras filas, y con un aullido que casi me voló el sombrero, ella alentó a nuestro Harry mientras marchaba.

“Ha perdido el paso”, le dije a mi esposa.

“Oh, no seas así”, dijo ella.

“Pero está fuera del paso de los demás reclutas”, dije. “Se supone que eso es un crimen. Supongo que le tendrían que disparar por eso. Ahora volvió a retomar el paso. Sólo lo perdió por un minuto”.
Luego, cuando el Himno Nacional estaba siendo tocado, los reclutas estaban parados con sus rifles para presentar armas. A uno de ellos se le cayó al suelo, lo que provocó un estrepitoso sonido en el campo.

“Ese fue Harry”, dije.

“Le pudo haber pasado a cualquiera”, respondió mi esposa. “Mantente callado”
Más tarde, cuando la parada militar acabó y los soldados se habían desparramado, el Primer Sargento Grogan vino a saludar. “Cómo le va, Señora Pettit”
“Bien, gracias”, dijo mi esposa, un poco fría.

“¿Cree que haya alguna esperanza para nuestro chico, Sargento?”, pregunté.
El Sargento sonrió abiertamente y movió su cabeza. “Ni una oportunidad”, dijo. “Ni una oportunidad, Coronel”.

salinger inedito

Este texto es un inédito de Salinger que encontré por la red, no se si es de el o no, la verdad no me interesa lo cuelgo de todas formas. Después de leer Salinger es difícil poder encontrar algo que se le parezca o al menos se asemeje y lo digo luego de leer una pila de libros, mucho de los escritores a los que me acerque con la esperanza de encontrar algo de Salinger la verdad muchos ni cerca a pesar de ser buenos escritores

Lo bueno de leer en primer orden a Salinger es que luego te obligas a tratar de encontrar algo mas, el santo grial de la literatura y eso la verdad no se si existe mientras tanto sigo en la búsqueda ya que de eso se trata la lectura una búsquela permanente.