¿Qué me sorprendió más durante los primeros días, cuando paseaba por la ciudad? Lo más evidente: los teléfonos móviles. En mi montaña aun no teníamos cobertura, y en ahtena, donde si la hay, no solía ver a nadie que caminara por la calle hablando por teléfono desinhibidamente. Recordaba una Nueva York donde las únicas personas que iban por Broadway hablando al parecer consigo mismas estaban locas.
¿Qué había sucedido en aquellos diez años para que de repente hubiera tanto que decir, hubiera tanto tan apremiante que no pudiera esperar para ser dicho? Por dondequiera que anduviese, alguien se me acercaba hablando por teléfono y alguien hablaba detrás de mí por teléfono. Dentro de los coches, los conductores hablaban por teléfono. Cuando tomaba un taxi, el chofer hablaba por teléfono. Un hombre como yo, que con frecuencia se pasaba varios días sin hablar con nadie, tenia que preguntarse que era lo que antes había retenido a la gente y que ya no existía, haciendo que la conversación incesante por teléfono fuese preferible a pasear sin ser controlado por nadie, momentáneamente solitario, asimilando las calles a trabes de tus sentidos animales y abandonándote a la miríada de pensamientos que inspiran las actividades de una ciudad.
Para mi aquello daba un aire cómico a la calle y ridículo a la gente. Y, sin embargo, también parecía una autentica tragedia. Erradicar la experiencia de la separación debe de tener inevitablemente un efecto dramático. ¿Cual será la consecuencia? Sabe que puedes ponerte en contacto con la otra persona en cualquier momento y, si no puedes, te impacientas, te impacientas y te enfadas como un entupido diosecillo. Yo comprendía que el silencio de fondo había sido abolido mucho tiempo atrás en restaurantes, ascensores y estadios de béisbol, pero que la inmensa soledad de los seres humanos produjera este anhelo sin límites de ser oído, y la consiguiente despreocupación de ser oído por personas ajenas…. Bueno, al haber vivido casi siempre en la era de la cabina telefónica, cuyas reacias puertas plegables podían cerrarse herméticamente, me impresionaba la singularidad de todo aquello, y empecé a pensar en un relato en el que Manhattan se ha convertido en una siniestra colectividad en al que todos espían a todos, cada uno es perseguido y controlado por la persona que esta al otro extremo de su línea telefónica, a pesar de que, llamándose sin cesar unos a otros desde donde quieren en el gran exterior, creen estar experimentando la máxima libertad. Sabia que el mero hecho de concebir semejante panorama me incluía en el grupo de los chiflados que, al comienzo de la industrialización, imaginaba que la maquina era la enemiga de la vida. Sin embargo, no podía evitarlo: no comprendía como nadie podía creer que seguía viviendo una existencia humana mientras iba por ahí hablando por teléfono durante la mitad de su vida consciente. No, aquello artilugios no prometían ser de gran ayuda para fomentar la reflexión entre el publico general………….
Extraído del libro Sale el Espectro - Philip Roth en cursiva
Esta sentado frente a la computadora transcribiendo un extracto del libro de PHILIP ROTH; SALE EL ESPECTRO. Tarda un rato en transcribir el pasaje que días atrás subrayo mientras leía, llamo su atención por lo que este decía tal vez coincidía con Roth o en todo caso con el personaje de Roth, Nathan Zuckerman, en el libro Nathan es un viejo de 71 años con un carácter, como se suele decir “carácter de mierda”, era esto lo que lo hacia tan atractivo a este antihéroe literario, es algo que le gusta mucho sigue tecleando mientras escucha de fondo Herbie Hancock - A Tribute To Miles (1994), el jazz es la música que prefiere escuchar a la hora de leer, escribir, transcribir o lo que este relacionado con la literatura. El piensa que la literatura se lee mejor cuando se escucha buena música, lo compara con la música en los viajes, le resultaría insoportable un viaje sin música y algo para leer.
Cuando lee las historias de Nathan piensa en el mismo a pesar de tener 34 años se siente mas cerca de Nathan que de alguien de su edad, con sus amigos prácticamente no tiene contacto no habla con ellos salvo cuando se los cruza por casualidad por el barrio, con el que mas comunicación tiene paradójicamente vive en Nueva York, constante mente le manda mail y de ves en cuando charlan por MSN no trabaja desde hace prácticamente tres meses, primero lo suspendieron supuestamente por la crisis y luego cuando se tubo que reintegrar al trabajo pidió una licencia de un mes mas, últimamente en su cabeza solo esta la imagen de la vuelta al trabajo, lo difícil que se le va a hacer reintegrarse a la rutina del trabajo en una fabrica tan grande, tantos compañeros, horarios tan estrictos y lo peor de todo la mirada atenta del jefe, de todas formas no esta tan deprimido con la idea de la vuelta desde que le dijeron que existía la posibilidad de seguir suspendido, sus pensamientos redundan en la suspensión hasta fin de año. No teme volver al trabajo por el trabajo en si sino por tener que estar con tanta gente, el contacto con la gente lo pone mal, el sabe que la fobia al resto de los seres humanos lo angustian, le falta el aire siente asfixia. No teme tener que trabajar si estuviera en un lugar aislado del resto. El sabe y lamenta tener que soportar la vida en la urbe toda esa gente que transita todos los días por la gran ciudad. Imagina su vida o el final de su vida alejado definitivamente de la ciudad, en la montaña solo sin nadie hasta el final de su vida.